La Revolución Iglesista
La Revolución Iglesista es como se conoce a un movimiento iniciado por José María Iglesias el 27 de septiembre de 1876, a raíz de la proclamación de Sebastián Lerdo de Tejada como presidente reelecto el día anterior. En ese momento Iglesias era presidente de la Suprema Corte de Justicia, y declaró nulo el proceso electoral.
Antecedentes
Benito Juárez se había estado reeligiendo a la Presidencia de la República durante los últimos procesos electorales, por lo que había sido duramente criticado por opositores como Porfirio Díaz y Sebastián Lerdo de Tejada. Juárez muere en 1872, cuando acababa de ser reelecto para un tercer período. El candidato que obtuvo el segundo lugar, Lerdo de Tejada, asume la presidencia interina hasta que en una nueva elección gana la presidencia.
A pesar de haber sido antes opuesto a la reelección, Lerdo se postula en 1876 para un segundo período. En tanto que la Cámara de Diputados del Congreso consideraba legal su aspiración, la Suprema Corte de Justicia, y en especial su presidente, José María Iglesias, no la consideraba una aspiración legítima.
La postulación de Lerdo provocó que a principios de 1876 Porfirio Díaz se pronunciara en el Plan de Tuxtepec, que desató la revolución homónima.
Sin lugar a dudas, el principal protagonista y promotor de esta revolución fue el presidente de la Suprema Corte de Justicia, José María Iglesias. Y un papel central también lo ocupó el Presidente de México, Sebastián Lerdo de Tejada, así como el militar rebelde Porfirio Díaz.
Causas
Durante todo el año 1876, y a pesar de que se estaban dando los enfrentamientos en el marco de la Revolución de Tuxtepec, liderada por Porfirio Díaz, Iglesias no había tomado alguna acción concreta. Es cuando Lerdo es declarado ganador de los comicios de septiembre, que Iglesias emite un pronunciamiento, declarando fraudulentas las elecciones y desconociendo a Lerdo.
Desarrollo de los acontecimientos
En su condición, no sólo de presidente de la Corte, sino también de Vicepresidente del país, Iglesias asume la presidencia de la República. Se adhieren a su pronunciamiento otros miembros de la Corte, que de inmediato son apresados por orden de Lerdo. Esto hace que Iglesias huya a Guanajuato, donde forma un gobierno paralelo, con su propio gabinete.
La Revolución de Tuxtepec tenía lugar en paralelo con la de Iglesias, aunque Porfirio Díaz iba ganando progresivamente más adhesiones. Iglesias contaba con el respaldo de varios gobernadores de estado, y contaba también con apoyo militar. Hubo un intento de conversaciones entre Díaz e Iglesias, pero estas no prosperaron.
Para noviembre de 1876, se había logrado entrar en conversaciones con Ignacio Alatorre, quien era el comandante del ejército leal al presidente Lerdo de Tejada. La intención era ganar a Alatorre para la causa iglesista, y de ese modo derrocar más fácilmente a Lerdo de Tejada.
Pero las conversaciones quedaron interrumpidas a raíz de la derrota que sufrieron las tropas lerdistas en la Batalla de Tecoac, la cual marcó el triunfo de los porfiristas, y el fin del gobierno de Lerdo.
A pesar de ello, Iglesias continuó en pie de lucha hasta 1877, cuando sus tropas fueron derrotadas en la Batalla de Unión de los Adobes. Iglesias tuvo que renunciar a sus pretensiones y optar por el exilio.
Acontecimientos posteriores
La derrota de la Revolución Iglesista terminó de allanar el camino para que Porfirio Díaz asumiera la Presidencia de México, ratificado por un proceso electoral ese mismo año. Díaz da inicio de este modo al Porfiriato, recordado en la historia de México como la sucesión de reelecciones más larga. Esta sucesión de períodos presidenciales ejercidos por Porfirio Díaz, prácticamente sin interrupción, sólo terminó ya iniciada la segunda década del siglo XX, cuando el encarcelamiento del aspirante presidencial, Francisco Ignacio Madero, desata la Revolución Mexicana.